Por dónde empezar....
Empezaré por el principio (nota: para ver la imagen a tamaño real, pulsar sobre la misma)
Costa Rica: ¡Pura vida!
Aunque seguía
ganando a un winrate alto, estaba notándome algo saturado de poker. No
sirvo para echar 30k manos al mes durante periodos largos, y creo que
hice 100k manos entre mediados de octubre y finales de diciembre. Me fui
a un retiro espiritual a primeros de enero, y ahí tomé la
determinación, entre otras muchas buenas decisiones, de que no podía
volver a casa sin un billete de avión.
Me encontraba en
Barcelona la noche antes de mi vuelta, totalmente decidido a no
regresar sin un billete, y por casualidad vi unas ofertas de
Iberia en vuelo sin escalas a Costa Rica, así que no me lo pensé y lo compré. Hice lo que recomienda
hacer un amigo que vive en Bangkok: primero comprar el billete y luego,
si acaso, solucionar todo lo demás; o, en palabras de otro amigo que
también vive en Tailandia: comprar el billete cuando estás animado y que
sea tu
yo futuro quien más tarde se joda y apechugue. ¡Ambos son unos consejos estupendos!
Y eso pasó, que el Rami futuro tuvo que apechugar. Voy a abreviar
porque si no no acabo: acabé en un vuelo a San José, Costa Rica, sin
saber muy bien qué pintaba allí, y con prácticamente nada planeado. Sólo
tenía hoteles y transporte más o menos solucionados para los 2-3
primeros días, luego todo en blanco, salvo la posibilidad de recorrer
toda Costa Rica hacia la otra punta del país, a un pueblecito surfero
situado en playa Santa Teresa, en la península de Nicoya, al noroeste
del país.
Pero fue llegar a Alajuela, la ciudad del
aeropuerto de San José, y empezar a desaparecer el miedo. ¿De qué me iba
a servir cuando estaba totalmente solo y todo dependía de mí? ¿En qué
me iba a ayudar?
Comida caribeña: pollo, arroz, frijoles, ensalada y plátano frito... buenísimo!
Algunos lectores no entenderán mi actitud o mis
motivaciones. Para mí están muy claras: me pasé varios años siguiendo
lo mejor que podía los designios de mi miedo, haciendo todo lo posible
por escapar de él; sobra decir que fueron intentos vanos, al final de un
modo u otro la vida te lleva a esas situaciones. Pero de un tiempo a
esta parte algo ha cambiado: estoy haciendo el viaje de retorno, ahora
soy yo el que busca encontrarse con el miedo.
El
miedo siempre es miedo a la muerte en última instancia. Da igual que
hagas alpinismo sin oxígeno, que te aterre dar una conferencia en público, que
tengas miedo de suspender un examen o de no poder pagar
tus facturas,... en el fondo, si sigues ese miedo de vuelta a su fuente, siempre te llevará al
miedo a la muerte.
En mi caso tengo una especie de fobia a determinadas situaciones
sociales, algo que podríamos denominar "desastres sociales". Por ello me
estresan los transportes públicos tercermundistas atestados de gente,
especialmente aquellos que carecen de baño. Me pongo nervioso y hace que
me entren ganas de ir al baño, lo cual de algún modo es una pescadilla
que se muerde la cola: te pones más nervioso, lo que hace que te entren
más ganas de ir al baño, lo que hace que a su vez te pongas más
nervioso... Alguna vez ha estado a punto de ocurrir un
accidente.
Sólo en el Caribe: playa y selva en la misma instantánea
Tengo más miedos o fobias. Como
digo, antes pensaba que eran una limitación en tu vida. Pero ahora me
doy cuenta de que no son solamente eso, sino que además son la
puerta a
otra cosa. En ese dejarte devorar por el miedo, dejarte arrastrar por
él plenamente está una de las claves de la vida, y es el único modo de
superar el miedo a la muerte, que con mayor o menor éxito nos empeñamos
en enterrar profundamente.
Y ahora precisamente busco eso: se podría decir que de algún modo es
un entrenamiento que me haga ser capaz de afrontar el miedo último: el
miedo más absoluto y primordial, del que surgen todos los demás: el
miedo a la muerte, a la desaparición absoluta. Por eso creo que todo
aquello que te haga sentir miedo es positivo, siempre y cuando lo afrontes con
la actitud adecuada, léase: ni querer escapar de él, ni tampoco luchar con él y tratar
de aplastarlo. Ninguno de esos dos métodos funciona, más allá de proporcionar un alivio momentáneo y perpetuarlo.
Recuerdo
una conversación de hará unos meses con un amigo, que estaba sufriendo
ataques de pánico en las últimas semanas. No entraré en los motivos por los que le estaba
sucediendo esto ya que son irrelevantes: pero estaba haciendo lo que
nuestros padres, la sociedad y la genética nos ha enseñado a hacer: huir
de ello. Me decía: "yo intento pensar en otra cosa". ¡Grave error!
Precisamente pensar en otra cosa es lo que perpetúa la ansiedad. Tienes
que permitirte sentir toda esa agitación, todos esos pensamientos que
hablan de muerte, de que de algún modo todo irá mal, todo fallará,... y
sin interferir con ellos en absoluto, tienes que ser capaz de, cuando todos tus pensamientos y tu cuerpo está diciéndote que todo irá mal, echarte a un lado y dejar que hagan su función sin tocarlos lo más mínimo. Es algo extremadamente
sutil y requiere de mucha práctica.
Panorámica del embarcadero de mi hotel y sus impresionantes vistas al canal
Me desvío. Esta mañana no tenía forma de volver
a San José que no fuese utilizar el transporte público, y aunque tenía
la opción de esperar un día más y volver en un shuttle privado, o de
pagar 150$ y volver en avión, en el fondo quería enfrentarme a mi miedo.
Y ni qué decir tiene que no me ha decepcionado.
Sé cómo
funciona mi pánico en estos casos: lo peor siempre tiene lugar al
principio de la "situación", y ahí estaba yo, la lancha hacia la Pavona
recién comenzada, y las sensaciones y pensamientos estallando a plena
velocidad, al igual que la barca.
El Parque Nacional de Tortuguero, visto desde la lancha
Pero esta vez ha sido diferente. Esta vez no huía de ellos, esta vez
los dejaba entrar. Han aparecido pensamientos con una carga emocional
enorme, pensamientos que llevaban de algún modo ahí guardados meses o
años, terribles,... pero ahora soy más sabio. Ahora no he tratado ni de
enfrentarlos ni de resitirme a ellos. Hubo, como suele pasar con estas
cosas, un
in crescendo, la sensación pasó del estómago a los
brazos, rápidamente todo el tórax y la cara, la parte inferior de las
piernas, todo muy rápidamente... absolutamente embargado por el
miedo,... y después simplemente....
¡plop! ¡Se evaporó sin más!, a
la vez que quedó un transfondo de paz que me permitió disfrutar del
precioso viaje en lancha por el Parque Nacional de Tortuguero hacia la
Pavona. (Lamentablemente no vimos caimanes.)
Después el
viaje ha sido coser y cantar: incluso en el autobús he entablado una
agradable conversación con lo que yo pensaba que eran una pareja de
franceses, pero no eran así, simplemente se habían conocido y compartían
parte del trayecto. Al principio había pensado que eran la típica
pareja de viaje, pero creo que no estaban enrollados, aunque no lo sé
seguro.
Ñam ñam!
Ambos eran muy agradables, aunque la chica me cayó mejor pese a su
horrible acento (en realidad vivía en Suiza): estaba haciendo un viaje
alrededor del mundo. No es la primera vez que oigo hablar de esto: pagas
una cantidad (en EEUU me dijeron 2500$, ella me dijo 3.500€), comienzas
y terminas en un aeropuerto y puedes coger tantos vuelos como quieras
durante no sé si 6 meses o 1 año, pero con una condición: siempre tienes
que volar en una msima dirección: o hacia el Este o hacia el Oeste
hasta el final del trayecto; ella se dirigía al Oeste: Canadá,
Centroamérica, después Australia, Asia y de vuelta a Europa. Y él
llevaba 3 semanas en Perú, iba a estar unos días más en Costa Rica y
volaba a Guatemala. Muy agradable y abierto también.
Cuando
les he dicho que estaba pagando 35$ por mi habitación se han
sorprendido: ella, que siempre se alojaba en hostales, pagaba 12$; él 20
por una habitación de hotel. También me han sorprendido con el tema del
equipaje: ella llevaba 3 camisetas para un viaje de 5 meses!
Contraste de imágenes, sonidos,... una maravilla
Me ha gustado conocer gente tan abierta. Gente que se encuentra con
otra gente en un viaje y simplemente juntan sus caminos durante un
tiempo, como dos niños que se encuentran en un parque de juegos y
simplemente se ponen a jugar. Dentro de poco me veré capaz de hacer lo
mismo.
Luego hemos llegado a San José. No me ha
gustado mucho, he estado a punto (sin saberlo, ya que no había preparado
casi nada) de meterme en el barrio más peligroso de todo San José
(Barrio México), pero en el último momento mi sentido arácnido que
tantas veces me hace bluffcatchear correctamente me ha alertado, y he
cogido el que probablemente fuera el único taxista honrado de San José.
El aire acondicionado de mi autobús, había que elegir entre asarte de calor o tragarte el polvo del camino. Elegí masticar granos de arena
Al poco de llegar he ido a comer a una
soda unas
fajitas de pollo con arroz horribles por 3500 colones (7$, me han
estafado seguro), y posteriormente me he adentrado en un mercado al
estilo tunecino que estaba muy cerca de mi hotel, y me he comprado una
pulsera chula de aparente cuero
por 1000 (iba a decir bahts) xDD por 1000 colones, que son 2$. He
aceptado sin más; me parecía un precio más o menos justo.
He visto pinturas de alguien a quien se las había pintado "su hermano".
Eran todas una mierda la verdad, la técnica era extremadamente simple (me recordaban a las
que hacia yo en clase de Educacion Artistica), y ninguna era bella; a excepción de una, en la que aparentemente "su hermano" acertó por casualidad. Además, curiosamente, estaba situada la primera, encima del resto; si no llega a ser por esa casualidad, habria pasado de largo.
Un reloj estropeado da la hora dos veces al dia, y hasta el pintor o
escritor mas obtuso puede tener un momento de inspiracion, de conexión
con la
fuente, con el universo, con lo divino, como se quiera llamar... Me ha pedido 8000 colones de primeras (16$), y he
utilizado una técnica que no había practicado hasta ahora: hablar poco. Me he quedado callado mientras
me decía que eran muy buenos, me enseñaba otros, etc. Y sin yo decir nada, mirándole con cara de "no soy gilipollas". Ha bajado a 7000 (14$).
Al poco de estar en silencio le he dicho que era muy caro, a lo que ha respondido que
me lo podía dejar en 6000 (12$). No me parecía un precio justo, pero tampoco me apetecía seguir mas tiempo escuchando
su cháchara y he aceptado.
Y así llego hasta ahora mismo, en el bar de un hotel de San José tomándome -por cuenta de la casa- un cocktail que lleva ron y algo más, de ésos que te van emborrachando sin apenas darte cuenta, mientras me sobresalta el estruendo de las sirenas de un coche de policía que pasa a toda velocidad en busca de -quizás- unos rateros a la caza de un pobre turista. Han pasado más cosas (ha sido un día muy interesante) pero estoy ya muy cansado de escribir.
¡Mañana será otra aventura, espero!