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martes, 10 de marzo de 2009

Miedo y placer (I)

Hay algo bueno que tiene este blog, y es que no escribo para las masas. No escribo para tener muchas visitas, ni para que mucha gente se pase a escribir comentarios chorra, ni nada de eso, no va con la idea de este blog.

Y se me ocurren fácilmente 4 ó 5 temas chorra de los que podría hablar para atraer público y visitas al blog.

Me gusta el fútbol pero no voy a hablar sobre el presidente del Madrid y su retraso mental, o sobre el del Barça y la entidad separatista que lo posee.
Me gusta ayudar al débil, pero no voy a hablar sobre política y la masa de gente estúpida, mediocre y obtusa que gobierna España y el mundo, o de si en el PP son más estúpidos, mediocres y obtusos que en el PSOE o viceversa. Hace ya algunos años que superé todo eso.


Hay temas mucho más importantes/interesantes de los que hablar.


Hoy voy a copiar parte de un capítulo de un libro, La revolución interior, escrito por Jiddu Krishnamurti, un verdadero sabio de la vida, un gurú. Como es obvio me la pelan los derechos de autor, no va a venir la editorial Sabiuría perenne a chaparme el blog, que con ese nombre tienen pinta de hippies. Paz y amor.

Así que aquí estás, estimado lector, ante un texto que te va a hablar sobre la naturaleza de tu miedo, y también sobre tu búsqueda infinita del placer.


Lo voy a dividir en al menos dos partes, no sé si al final saldrán más. Lee despacio y con total atención, no intentes comprender con tu mente porque es imposible una comprensión total cuando comprendes partiendo de las ideas:


"Vamos a investigar juntos sobre estos dos temas, pues en ellos se basan todas nuestras acciones; ya sean acciones evidentes, ocultas, conscientes o inconscientes, los motivos que hay tras ellas están basados en estos dos principios fundamentales: el placer y el miedo. Cuando uno dice que busca la verdad, lo que busca es instaurar de modo permanente eso a lo que llama placer; observen sus vidas y lo verán. Y cuando la mente se vuelve temerosa, cuando vive con miedo, divide a las personas, las trastorna, las hace violentas; por más que se disciplinen sin tregua, si viven con miedo serán fuente de distorsión, corrupción, perversidad, violencia. Por favor, véanlo en sí mismos. Deben hacerlo si es que son ustedes mínimamente serios -y espero, por su propio bien, que lo sean-. Porque la casa está en llamas. No su casita particular; está en llamas el mundo entero, en el que hay destrucción, asesinato, caos..., y aunque quizá uno tenga una pequeña vida que en apariencia se sostiene, con su cuenta bancaria y sus miles de teorías, la casa se está quemando. Cualquier persona que sea verdadera y profundamente seria debe comprender estos dos principios, y por eso vamos a indagar acerca de lo que son cada uno de ellos; no con el propósito de eludir, rehuir,reprimir o superar el miedo, sino de comprenderlo, y no a fin de prolongar o expandir el placer, sino de comprender el placer. Y para comprenderlos, es necesario que sean sensibles, delicados, que sus mentes sean capaces de observar sin extraer conclusiones; porque una mente que ha llegado a una conclusión no puede funcionar con cordura.

Aprendan de sí mismos observándose, observando estos dos factores de la existencia humana: temor y placer. ¿Qué es el placer, y qué es el miedo? ¿Por qué ha adquirido tan desmesurada importancia el placer? Su forma de expresarse es muy diversa y sutil: la vanidad, el prestigio, la fama, el éxito, el conocimiento y la erudición se encuentran todos a lo largo del sendero del placer; por mucho que uno haga visitas al templo y escuche el tañido de todas las campanas del templo, lo que en realidad venera es el placer y el dinero.

El miedo no tiene una existencia aislada; existe en relación con algo: con la opinión pública, con lo que la gente pueda decir. O existe el miedo a la muerte, el miedo a lo desconocido, y también el miedo a lo conocido, a la inseguridad, a perder el empleo, a que la esposa pueda actuar contra los intereses de uno, a que el marido pueda cometer una estupidez. Y el miedo engendra violencia. ¿No lo han observado en aquellos países a los que empieza a afectarles la superpoblación, a los que cada año llegan millones y millones de personas, lo cual hace que naturalmente aumente el miedo: al desempleo, a la escasez de alimentos , a la pobreza sin solución, a la corrupción del gobierno? A la vista de semejante panorama, uno no puede, como mínimo, más que sentir temor, no sólo pensando en su propia seguridad, sino en la seguridad de la generación siguiente, de sus hijos y e hijas. Y está el miedo a la muerte. ¿No viven con miedo a una cosa u otra? Experimentaron un dolo físico hace una semana, y no quieren que el dolor se repita; alguien les han ofendido, y temen que pueda repetirse esa ofensa. El miedo es germen de violencia; por tanto, a menos que de verdad estén libres del miedo, inevitablemente crearán caos en el mundo. Y no se puede reprimir el miedo con un ideal, con el ideal de la valentía, por ejemplo. Vean lo que ocurre: sienten miedo, y creen que si ejercitan la valentía pueden librarse de él, lo cual significa eludir lo que es, con la esperanza de que, obrando con valentía, se desharán del miedo. Si tienen un ideal, ese ideal les impedirá comprender lo que es.

Es importante que comprendan profundamente que, como seres humanos, son violentos, agresivos. Es un hecho. Es un hecho que somos violentos y tenemos el ideal de la no violencia. Y ¿qué supone eso? Supone que mientas persiguen el ideal, van sembrando las semillas de la violencia; aseguran que hacen lo posible por dejar de ser violentos y que un día alcanzarán un estado en que la violencia no exista, y se convierten así en unos hipócritas. Todos los ideales son en esencia pura hipocresía, ¿lo entienden? Es difícil de digerir, pero no sólo han de observarlo. De manera que no es el ideal de la valentía lo que nos interesa, ni cómo librarse del miedo o cómo reprimirlo; queremos comprender qué es, pues en cuanto uno comprende algo se libera de ello. Y la libertad no llega a base de perseguir ideales; la libertad y su belleza llegan cuando uno comprende las cosas tal como son, cuando uno realmente comprende su confusión, su insensibilidad, su brutalidad. De esa observación, del darse cuenta con verdadera atención, con afecto, emana la belleza de la libertad.

Vamos a observar, y a aprender. Observen su propio miedo. Quizá en este momento, aquí sentados, no sean capaces de percibirlo, pues sólo se dan cuenta de él cuando se manifiesta, así que tal vez podríamos relacionarlo, por ejemplo, a algo como el apego. Están apegados a sus familias, a sus puestos de trabajo, a sus opiniones y conclusiones, a lo que piensan, ¿no es cierto?Observen ahora eso a lo que están apegados -quizás sea su esposa, sus hijos, esa invención suya a la que han llamado dioses, el karma o la reencarnación-; observen simplemente que están apegados. Bien. Cuando uno está apegado a algo, tiene el deseo de dominarlo, de retenerlo, de poseerlo, ya se trate de la esposa, el marido, los hijos, de una opinión o de un juicio; y cuando uno domina algo y se aferra a ello, ¿qué sucede en la mente?

Hay una constante incertidumbre en cuanto a su permanencia, ¿no es así? Allí donde hay apego, ha de haber incertidumbre ante la posibilidad de que ese apego muera, o de que la persona a la que uno está apegado se interese por alguien que no sea uno, y a causa de lo cual surgen los celos. Es decir, donde hay apego ha de haber miedo. Y al ver uno que está apegado, se propone desapegarse e intenta conseguir el desapego; se pregunta entonces cómo hacerlo, y esto se convierte en un nuevo problema. A continuación la gente dirá a uno lo que debe y no debe hacer, le sugerirá que medite, que se desapegue poco a poco, que se haga monje, santo que se vuelva un idiota sagrado. Mientras que si uno comprendiera, si observara todo lo que hay implicado en el apego, vería que su origen es el miedo. Pero en vez de comprender el miedo, uno prefiere practicar el desapego, que es una táctica mortífera; pues, al hacerlo, uno se vuelve insensible, indiferente, se resiste, se retrae, deja de observar la belleza de un árbol, del cielo o de una hermosa puesta de Sol, porque todo ello significa apegarse. De ese modo gracias a la filosofía del desapego, uno se convierte en un ser humano horrible. Así pues, vean por sí mismos que donde existe el apego, ha de existir el miedo."


Así es, amigo lector, el miedo no puede existir sin el apego. Del apego a tu novia surge el miedo a que pierda el interés por ti y se vaya con otro; del apego al estilo de vida cómodo y seguro que el poker te proporciona, surge el miedo a perder dicho estilo de vida; y en general, del apego que tienes a lo que llamas "tu vida", surge el miedo más básico y profundo de todos, el miedo a la muerte.


Ya hablando sobre otras cosas, la 5ª temporada de High Stakes Poker ha empezado, y esta vez por fin con jugadores de clase mundial y no los fishes paquetes de anteriores temporadas. En una próxima entrada me gustaría analizar y comentar el sick bluff (farol loco, insano) que Tom Dwan, probablemente uno de los 3 mejores jugadores de cash del mundo, le mete a Barry Greenstein y Peter Eastgate. Un farol realmente insano y que sólo serían capaces de hacer 3 ó 4 jugadores en el mundo. Realmente digno de ver.

3 comentarios:

Dante Coss y leon dijo...

EL COMPRENDER EL MIEDO NO LO ELIMINA, NI HACE NADA EN CONTRADE EL.

Aunque es verdad que el texto no
le falta nada que prometa el titulo, pero al hablar de miedo seria mas util decir cosas de provecho, como su definicion objetiva, practica cientifica y psiquiatrica, tambien como evitarlo, y lo mas importante, como provocarlo, mas aun cuando se puede combinar con el placer, cuando a voluntad se le puede aplicar a uno mismo o a otra persona se siente el poder.

Rami dijo...

Provocar miedo?? WTF Combinarlo con el placer para sentirse poderoso??

Harías bien en leer lo que has escrito un par de veces (o diez) antes de darle a "Publicar comentario"...

luis dijo...

Cuando uno pierde el apego no se vuelve una persona horrible, simplemente se da cuenta de la naturaleza temporal de las cosas y las personas. ncluso disfrutas al máximo las cosas y personas por las que sientes amor, y cuando las pierdes, no sufres, por el mismo hecho que entendias desde antes su naturaleza temporal